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Una hora es invisible

Comisario: Rafael Ortiz

Texto: Pedro G. Romero

Galería Rafael Ortiz. Sevilla

19/XI/2014 a 31/XII/2014

En propiedad, no hay nada más “conceptual” que la pintura. La mancha no es un signo sino una locución, como la voz. Es un lenguaje, sí, pero no un lenguaje de signos. Lo verdaderamente lamentable es el reduccionismo semiótico con que el mercado ha sometido e instrumentalizado al arte. Volver a pintar significa liberarse de las categorías de representación, escapar de las fórmulas mercadotécnicas, superar el academicismo modernista. Volver a pintar exige una mínima duda sobre el estatuto, la naturaleza y la propiedad de lo que se pinta.

La pintura es un género. Por eso son tan interesantes los estudios de género para poder encarar la pintura de nuevo. No se trata de cuotas de representación, ni de reafirmaciones identitarias, ni de reivindicaciones subalternas. Al menos, no solamente. Los estudios de género permiten entender cómo la hibridación, la autonomía y la construcción de subjetividad devuelven a la pintura su lugar.

Hanne Darvoben escribía que la pintura era tiempo. Una pauta. Al trabajo constante sobre el tiempo le va añadiendo circunstancias, enunciados sociales, gestos perdidos, opciones políticas, una taza de té y un sustantivo, sólo de vez en cuando. No son muy distintas las pinturas de Inmaculada Salinas.